Centro Cultural de Taganana 1987-1992



LA FUERZA DEL PAISAJE:


Los edificios públicos suelen expresarse en las ciudades remarcando claramente su carácter excepcional frente al continuo de la masa urbana de la residencia. Sin embargo, la inserción de nuevas piezas para las instituciones obliga a plantear la arquitectura desde criterios diferentes en lugares donde el paisaje ha tenido una importancia decisiva en la configuración de su idiosincrasia.

La disposición de la edificación, el abancalamiento agrícola y los sistemas de accesibilidad y riego han dado origen en el valle de Taganana a una estructura paisajística muy peculiar y que en su interacción con las condiciones naturales conforman un lugar de una indudable belleza. La aportación de muchas generaciones de constructores agrícolas a la forma de este territorio ha supuesto un aprovechamiento humano que interacciona adecuadamente con el medio físico.

Colocar un nuevo edificio dentro de este enclave tan frágil, y al mismo tiempo, tan bien estructurado, supone un desafío importante para no destruir esa impronta paisajística construida lentamente a lo largo de tantísimos años.



Por ello, los criterios con los que se abordó este proyecto se basaban en el reconocimiento de la enorme influencia que el paisaje ejerce en este caso concreto. Por su propia condición, la nueva obra pública debía tener además, un carácter emblemático, sin que su inserción llegara a producir modificaciones traumáticas en cuanto a volumen, materiales a emplear y respeto a la memoria colectiva acumulada.

El solar en el que se sitúa el edificio se halla en una de las laderas al Oeste del núcleo principal de Taganana y se caracteriza por una extremada pendiente, superior al 30 %. Para acceder al lugar existe un pequeño camino de un ancho inferior a cuatro metros que también sirve a otros edificios del caserío así como al colegio público, terminado también en fechas recientes.



La inserción del nuevo edificio se basa en la reutilización de las técnicas constructivas empleadas en los aterrazamientos tradicionales. Después de una meticulosa valoración del terreno, ello permitió ir adaptando el edificio a las complicadas condiciones geométricas y topográficas del solar. El abancalamiento mediante muros de mampostería de piedra basáltica evitaba tanto fuertes desmontes, como la aparición de grandes volúmenes que los usos demandados podrían suponer.

Así, un primer muro de contención, que define un diedro, sirve para delimitar el frente de la parcela, ampliando el camino existente y estableciendo una pequeña plaza de acceso. En los dos extremos de este muro conformado a la manera de zócalo del edificio, se colocan las escaleras que permiten la transición hacia el recinto del edificio.



A continuación, dos muros autoportantes de mampostería de gran espesor, que se construyen empleando la misma piedra basáltica, se apoyan sobre la plataforma ya creada conformando la fachada del cuerpo bajo del edificio. En este nivel se situaron los espacios que requerían un acceso más directo de sus usuarios: el salón de actos y la pequeña cafetería con sus dependencias auxiliares.

La disposición de estos muros respecto al primero que define la plaza de acceso, se establece formando dos pequeños ángulos que van adaptando el edificio a la topografía de la parcela. La utilización de estos giros sucesivos permiten llegar a colocar el edificio paralelo a las curvas de nivel, mejorando así notablemente la entrega con el terreno natural.

Un cuarto y quinto muro, también en mampostería de basalto, sirven para contener, por una parte, el sector más pendiente del solar y, por otra, apoyar como zócalo a la segunda planta del edificio que se define como un volumen autónomo. La disposición del conjunto murario ha acentuado la horizontalidad de la implantación, consiguiendo de esta manera, atenuar notablemente su presencia.

En la segunda y última planta se han situado las dependencias con un acceso mas restringido, destinadas a una pequeña biblioteca y los despachos de las dos asociaciones de vecinos existentes en el barrio. Este cuerpo se ha configurado siguiendo el modelo de vivienda rural tradicional, consistente en un volumen rectangular bajo cubierta a cuatro aguas; ello responde a los deseos expresos de los responsables municipales y tiene su justificación en la voluntad de recuperar una imagen arquetípica de la arquitectura popular.



El planteamiento del proyecto es deudor a la forma en que se configura su sección que deviene así, en el elemento básico del diseño. El ajuste de la sección a la forma de la parcela ha supuesto una garantía para la correcta inserción del edificio en un sitio tan escarpado como éste.

Todos estos elementos de carácter heterogéneo que intervienen en la definición de la obra, junto con la vegetación existente en el exterior, han permitido una integración mayor del edificio en el paisaje del lugar. La imagen final del edificio, que se puede apreciar desde la carretera general de acceso, rememoraría a una pequeña casa tradicional situada sobre dos bancales de cultivo inmersa dentro del conjunto del caserío de Taganana.
Como elemento que cualifica al edificio, puntualizando su carácter institucional, hay que señalar el empleo del color. Este se ha utilizado enfatizando los volúmenes y piezas de cerramiento que quedan exentos entre los distintos planos definidos por los muros de basalto. Así el escenario curvo del salón de actos se pinta en azul cobalto, mientras que el volumen cúbico de servicios y la columna central en la que se apoya la escalera se pintan de amarillo y rojo respectivamente.
El uso de piezas de color dentro de esta obra denuncian la innegable influencia de la arquitectura de Barragán y son el resultado de la fuerte impresión que me produjo la visita a la Casa Gilardi en Tacubaya, donde la sabia utilización del color y la incidencia de la luz sobre los diferentes espacios y planos interiores genera una atmósfera sumamente sugerente.











Tipo de trabajo: Edificio dotacional

Situación:
Taganana, Isla de Tenerife

Fechas: Proyecto: Julio de 1987
Terminación:Octubre de 1992

Promotor: Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife
Constructor: Herlecam, S.L.

Presupuesto: 26.171.139 ptas.
Sup. Construida: 352,85 m2

Arquitecto: Federico García Barba

Colaboradores: Antonio Hernández Santos, Arq. Técnico
Alejandro Cordero Díaz, Arq. Técnico

Fotografías: Jorge Nerea

Bibliografía: Revista BASA nº 16. Septiembre de 1994
Artículo "EL DIA" Jueves 27 de noviembre de 1992.

Premios: Selección Premio Oraá de Arquitectura
Canaria 1992-93